Justo cuando pienso que no puedo más después de demasiadas decepciones, uno de los míos me rodea con un brazo y me dice que si no me rindo estaré bien. He tenido momentos muy buenos, he pasado temporadas en la cima. También he estado en ruinas, desmoralizado y caído. Así es la vida: no puedes esperar más, la mitad del tiempo ganas, la otra mitad estás por los suelos. Este mundo está tan lleno de belleza como de odio. Así es la vida, ciertas cosas no cambiarán nunca. Concéntrate en lo positivo y usa la cabeza, nunca te des por vencido y estarás bien. A algunos les gustan las drogas, a otros les gusta luchar. La negatividad se inspira en alguna parte todas las noches. Hay que dar ejemplo a los débiles de voluntad. No dejes de difundir conocimientos hasta el final de los tiempos. Tanta gente odiosa, tanta gente trastornada. Puede cobrarse su tributo cuando la vida cambia. Es un hecho comprobado que recibes lo que das, y puedes influir en otros con tu forma de vivir. NICK TRAINA.

lunes, 6 de abril de 2015

*

Estoy metiendo mis pies en zapatos cada vez más pequeños
para ver si así me hago, definitivamente, invisible.

Soy un trapo.
Me he convertido en un despojo al que el mundo ve
como un despojo, como un trapo tan desvalido,
tan falto de ayuda, le ponen tantas ganas.
Tienen esa mirada de impotencia
mientras, yo sólo me dejo hacer.

Soy esa chica a la que otras chicas quieren maquillar.
Lo que no saben es que maquillándome tampoco se iría mi dolor.

Algún día tendré el valor de cortarme, otra vez, el dolor.
Me lo he dejado demasiado largo, ya me llega por la cintura,

no puede llegar más abajo, ahí abajo ya no sé doler.  

.

A mi madre se le han roto los pulmones.
A mi abuela se le ha roto la pelvis.
A mí se me ha roto el corazón.
A mi padre se le ha roto la dignidad.
A mi hermana se le ha roto la adolescencia.
Mi hermano ha crecido y va a volar del nido.
Pulmones-pelvis, resisten.
Corazón digno, indígnase.
Primavera adolescencia tiñe los campos de ocaso.
El pájaro siempre volará más alto fuera del nido.
Esta casa ya no se sostiene con cinco pilares,
si no con la fuerza que le queda a dos cuerpos que decidieron
tejer enredaderas de dalias en el vacío de los días,
fuerza que a mí me falta.
Regreso al hogar materno,
la matriarca reclama a su prole.
Regreso al hogar paterno,
siempre con miedo a la pregunta,
papá, ¿qué va a pasar a partir de ahora?
La montaña nos salvará.
Confío en ti, Tierra.
Hundo mis raíces en tu manto.
Te otorgo todo lo que fui para que me devuelvas frutos que algún día pueda comer.

sábado, 28 de febrero de 2015

Anochece en los ojos de Alejandra Pizarnik

Amanece sobre los ojos de Alejandra Pizar-nik sobre fondo blanco
y como quien contempla el rayo verde
te veo, por primera vez.
Y última.
Por qué me dejaste estar ciega.

Yo y yo más mis múltiples imperfectos pero pulcrísimos yoes
clavamos fuerte fuerte el corazón en la tierra húmeda, llena de cristales.
Y te invitamos a entrar…
Los cristales son pastillas para pasar al otro lado.

Atardece en las manos sin piel de Sylvia Plath
y, cachito a cachito, recomponemos, mis yoes y yo, su cabeza después del parto.
Sylvia, tranquila.
Y empieza a tartamudear y a caérseme el pelo y la sombra y el cuerpo,
conscientes de que ya no me queda piel.
Por qué no se cómo se continúa la vida después del salto.
Y con sangre aún en las manos, del parto y de la muerte,
 no hay cristales, ni piedras, ni huecos por los que introducir la cabeza
que puedan salvarnos(me), (tú), (te), (contigo), (cabe), (con).

Anochece en la cadera de Virginia Wolf y me lleno los bolsillos de piedras
pero aquí no hay pozos, ni abismos,
sólo huecos entre estaciones en curva.

A dónde irá a parar la vida de los pasajeros que llegan a la última estación.
A dónde cuando no quedan  cristales, ni piedras, ni huecos, ni cosmos.
Dónde estabas cuando el rayo verde me dejó ver por primera vez todo…

y no estabas.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Reikiavik 2017

No voy a llegar a Reikiavik caminando,
tampoco de tu mano.
No me duele pensar en la cuenta atrás porque fuiste claro desde el primer número del principio.

" No voy a estar allí cuando llegues al último número" Dijiste.

Y así, de siete en siete, se van pasando los 14 años en los que no conoceré Reikiavik.
2018 era el año en el que yo, por fin, empezaría a creer en el camino que habíamos escogido. 
Pero, en realidad yo sólo quería que parases la cuenta atrás en seco y me dijeras:

"Tranquila Mónica, vayamos ya a Reikiavik, yo te voy a querer siempre"